Nadie puede resistirse a los encantos del Sur. Calor y color en aumento destilan los arenales andaluces durante esta primavera embrionaria. La Semana Santa es un momento ideal para volver a visitar las calas tras el parón del invierno. Aquí van seis playas que no hay que perderse en Andalucía.
1) El Sombrerico, Mojacar, Almería.
Es este el final del culo de saco naturista que arranca en el castillo de Macenas. Sus 600 metros de gravilla y arena lucen maravillosamente en la película La isla del tesoro (1972), con Orson Welles encarnando a Silver el Largo. El chiringuito Manacá es heredero de la empalizada levantada durante el rodaje. Más allá, y siempre que no actúe el viento de levante, se alcanzan a pie restos volcánicos. La serenidad del lugar, el farallón que adopta la forma de un pulgar de gigante, el islote-sombrero y el colorido de las rocas (amalgama de granates, ocres y morados) agudizan la sensibilidad del bañista nudista.
2) Las Redes, El Puerto de Santa María. Cádiz.
El de Santa Catalina es un playón de 4 kilómetros cuyos sectores se reconocen por el nombre de las urbanizaciones. Las Redes, cercana a las dunas del pinar de Mochicle, exhibe una vastísima cinta de arena, mayormente en bajamar, idónea para descansar la mirada en la ciudad de Cádiz y, por estas fechas, en un disco solar que cae por el mar quitando el sentío.
3) Matalascañas, Almonte, Huelva.
El parque Dunar es el reverso de la moneda al proceso urbanizador. Dejamos el coche en la oficina de turismo y nos encaminamos por la estupenda pasarela diagonal entre pinos y dunas, hasta que el acantilado de dunas fósiles impida continuar. Desde allí se distingue una extraña mole pétrea, que no es sino la base de la torre almenara de la Higuera, abatida por el tsunami causado por el terremoto de Lisboa (1755); durante la marea menguante se puede tocar con solo mojarse los tobillos. Cuando el sol está ya próximo a declinar, la base del faro es un ir y venir de parejas.
4) Playa de Maro, Nerja, Málaga.
La playa mareña por antonomasia (no confundirla con otras de Maro) consta de 200 metros respaldados por paredes pronunciadas, salvajes; completa su faz la torre vigía. La bajada acondicionada y el chiringuito tienen su explicación: se encuentra en la antesala de los 12 kilómetros de estrecha franja costera declarada paraje natural Acantilados de Maro-Cerro Gordo. Son estos meses los más aconsejables para soslayar la masificación estival de la Costa del Sol. Si el aparcamiento está completo, lo mejor es dejar el coche en las calles de Maro y bajar a pie (unos 20 minutos).
5) Baños de Claudia, Tarifa, Cádiz.
La pedanía tarifeña de Punta Paloma es el punto de salida senderista, con idea de regresar a la hora de comer para dar cuenta del pescado fresco local en el restaurante El Mirlo. Ganando la playa y costeando por el sendero que saca partido al parque natural del Estrecho llegaremos en media hora a los baños de Claudia, aguas embalsadas en bajamar por las paredes rocosas y hojaldradas propias del flysch, longitudinalmente tiradas en paralelo a la orilla. De este ambiente de relax y naturismo solo cabe la proliferación selvática de adjetivos.
6) Marina del Este, Almuñécar, Granada.
El de Marina del Este es uno de los puertos deportivos más agradables de cuantos existen en Andalucía. El apartado urbanístico fue obra de Melvin Villarroel, arquitecto con abundante obra en la Costa del Sol. Contigua está la cala de arena gruesa usufructuada por los amantes del sol, especialmente cuando sopla el incómodo viento de poniente. Marina del Este siempre registra un lento trasiego de buzos en traje de neopreno, dado los ricos ecosistemas presentes en sus fondos. Un buen punto para iniciarse.