jueves, 17 de marzo de 2016

Caminos de Pasión, la Semana Santa de Andalucía.

La Semana Santa es una fiesta religiosa que da significado a Andalucía. Es aquí donde se presume que nació y es aquí donde Semana Santa y ciudades y pueblos son solo uno. Gracias a ella podemos encontrar barrios enteros que se han formado dando nombre a hermandades, o incluso formas de vida. Es innegable el potencial cultural que tiene la Semana Santa en nuestra tierra.

Hay muchas Semanas Santas por toda Andalucía, a cual más bella. Sevilla madre y maestra, Málaga señorial de tronos, Granada gitana y cofrade, Huelva marinera, Cádiz noble y peculiar, Córdoba musulmana y cristiana, Jaén distinta y bella y Almería joven y admirada. Cada una a su forma, eso es lo que hace grande a la Semana Santa andaluza. Pero aparte de las ciudades capitales de las provincias, existen los pueblos, en los que se esconde una bella y única Semana Santa, muy arraigada a las familias de cada localidad.

Necesitaríamos un blog aparte para hablar de cada Semana Santa de cada pueblo, es por ello que os invitamos y animamos a que busquéis estas Semanas Santas peculiares de la sierra, de la costa, de las campiñas, de cada punto de Andalucía. Nosotros si os informamos de una ruta en el centro de Andalucía, denominada Caminos de Pasión. Se trata de un programa que cuenta la Junta de Andalucía en el que están inscritos 8 pueblos para conocer y recorrer. 8 pueblos con una Semana Santa muy peculiar y, sin dudas algunas, con una belleza indiscutible, muy rica en patrimonio y muy bien mimetizado con cada pueblo.

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Alcalá la Real, Jaén.

Durante la Semana Santa, en Alcalá la Real se mezcla la religiosidad con la algarabía popular. Es el único municipio jienense de Caminos de Pasión. De aquí es el arresolí, un licor de café de origen árabe, pero allí me dicen que no tiene nada que ver con el casi homónimo resolí de Cuenca. Y allí está la Fortaleza de la Mota, pero me dicen que es diferente del Castillo de la Mota de Medina del Campo.
En la imagen, la Iglesia de San Juan Bautista, un singular conjunto formado por la iglesia (s. XVI), el patín, la sacristía y otras dependencias. Muestra un marcado contraste entre la cal blanca y ocre de la piedra berroqueña.
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Baena, Córdoba.

La Semana Santa baenense se caracteriza por su color y el omnipresente y reiterativo redoblar de los tambores. Esta localidad cordobesa conserva vestigios de las diferentes civilizaciones que la ocuparon: íberos, romanos, visigodos, musulmanes, cristianos...
En la imagen, la Plaza de Marinalba, en la que se alza el Crismón, cruz visigoda y controvertido símbolo del cristianismo.
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Cabra, Córdoba.

Los protagonistas de la Semana Santa de Cabra son las 29 hermandades de esta población cordobesa: judíos y romanos, tambores y trompetas, añafiles o «abejorros» (trompetas alargadas)... En el recientemente creado Museo de la Pasión de Cristo se expone un minucioso trabajo del escultor sevillano Juan Manuel Miñarro sobre el Santo Sudario de Turín.

En la imagen, el patio del Círculo de la Amistad o «Casino de Cabra», fundado en 1853, situado en el antiguo convento de San Juan de Dios tras la Desarmortización. Un maravilloso patio andaluz, lleno de macetas y con una pequeña fuente, que se conserva igual a como lo describiera Juan Valera en su novela Pepita Jimenez.

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Carmona, Sevilla.

Lo más destacable de su Semana Santa puede que sea el sobrio vía crucis que se desarrolla entre los muros de piedra de sus estrechas calles. Encrucijada estratégica, a solo 30 km. de Sevilla, siempre fue una plaza fuerte natural.
En la imagen, una perspectiva privilegiada de la población desde la Torre del Oro. Rompe la panorámica el magnífico campanario de la iglesia de San Pedro, con su inconfundible estilo tardogótico andaluz de los siglos XV y XVI. Esta atalaya recuerda a la Giralda y, como aquella, está coronada por una escultura de bronce (giraldillo) que le sirve de veleta.

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Lucena, Córdoba.


Más de treinta pasos al ritmo de un peculiar toque de tambor caracteriza su Semana Santa. Conocida como «La Perla de Sefarad», Lucena fue una de las mayores poblaciones judías de la Península Ibérica... y de Occidente.
En la imagen, el calvario del Santuario de María Santísima de Araceli, a 6 km. del casco urbano. Sus vistas privilegiadas sobre tierras de cinco provincias (Córdoba, Jaén, Granada, Málaga y Sevilla) hicieron exclamar al Nobel Camilo José Cela que este es uno de los paisajes más bellos de España.
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Osuna, Sevilla.

Su Semana Santa es una fusión sevillano-granadina en la que se lucen unas excelentes tallas de Juan de Mesa.
Osuna, la Urso íbera, tuvo su mayor esplendor en el periodo de Al Andalus, cuando con el nombre de Osona era un centro cultural de primer orden. De entonces conserva muchas singularidades, como el arte del cordobán y el guanamecí, formas propias de tratar la piel.
En la imagen, la cripta de la colegiata de Nuestra Señora de la Asunción (1535), uno de esos tesoros bien guardados de los Caminos de Pasión. Una pequeña capilla que es una reproducción a pequeña escala de una iglesia de tres naves, por lo que se la conoce como «la catedral más pequeña del mundo».
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Puente Genil, Córdoba.

Puente Genil, Córdoba, vive su Semana Santa en un aparente desorden cargado de gran religiosidad.
En la ciudad del río Genil abundan las singularidades. La «Mananta», por ejemplo, que es la deformación fonética con la que allí se denomina a la Semana Santa. O la figura de la Vieja Cuaresmera, una abuela del pueblo cargada con las viandas típicas de la Semana de Pasión.
En la imagen, Fuente Álamo, un yacimiento arqueológico a solo 3 km. de la ciudad, correspondiente a los últimos cinco siglos de la dominación del Imperio Romano en el sur de la Península Ibérica.
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Priego de Córdoba, Córdoba.

Toda la pasión austera y solemnidad de su Semana Santa se rompe el Viernes Santo cuando una muchedumbre de costaleros intenta acercarse al paso de Nuestro Padre Jesús Nazareno para portar sus andas.
Uno de los muchos adjetivos que mejor describen a Priego de Córdoba es «barroco». Perla de este estilo gracias a sus palacetes, iglesias y edificios construidos durante el opulento s. XVIII. Pero su casco antiguo, el Barrio de la Villa, declarado conjunto histórico-artístico en 1972, olvida lujo y pompa y se nos muestra como un dédalo de sencillas callejuelas peatonales de origen árabe, enjalbegadas y repletas de macetas de flores.
En la imagen, la barroca Fuente del Rey, Monumento Nacional y orgullo de los prieguenses, con sus 139 caños que manan agua incesantemente.

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