
El romanticismo eligió Andalucía y la reinventó. Su paisaje montañoso y multicolor, sus recónditas y arriesgadas sendas, sus misteriosas ruinas, el trazado árabe de sus pueblos y ciudades, y, sobre todo, su ambiente vivo y popular atrajeron la sed de aventura y la moda viajera de unos europeos que huían del racionalismo y la modernidad.
Ingleses, franceses y alemanes navegaron y cabalgaron a lo ancho y largo de Andalucía, en busca de contrastes y exotismo. No todos los viajeros eran iguales, sin embargo. Muchos preferían aquellas rutas que, además de mostrar atmósferas pintorescas y monumentos relevantes, eran seguras y contaban con transportes regulares.
Los libros de viajeros y las guías, que por aquella época empiezan a publicarse en Europa, orientaban sus itinerarios. Otros, por el contrario, optaban por sendas menos convencionales, en las que, a cambio de sufrir mayores incomodidades y peligros, tenían acceso a un mundo singular e inexplorado.
Tampoco toda Andalucía despertaba igual expectación. La sensibilidad romántica pone de moda unos monumentos y paisajes, y se desinteresa por otros.
Las ruinas y la arquitectura árabe y medieval son los reclamos de estos hombres que añoraban la recuperación del pasado a través de lo imaginario ; de igual modo, el paisaje agreste y duro, el precipicio, la montaña y, en definitiva, la atracción del abismo y la libertad de lo bravío, del campo sin rotura ni delimitar, son sus medios predilectos.
De Sevilla a Granada. Ruta de Washington Irving.

La ruta de Washington Irving se ciñe básicamente al trayecto, de unos 250 km., de la autovía A-92 entre Sevilla y Granada por Antequera. Realiza, además, algunas incursiones a los lados de este eje central: al principio, por el norte, se acerca a Carmona, Marchena y Écija; más adelante se desvía en dirección a Montefrío e Íllora, también al norte; por último, visita Alhama de Granada, unos kilómetros al sur de la A-92.